EL JINETE
El jinete jóven e imprudente, en soberbios y fogosos caballos partió,
el jinete reflexionó y luego sembró,
pero a escuchar la voz de su Maestro no aprendió, y en caballos soberbios y fogosos cabalgó,
Un día el débil jinete, las riendas soltó, y sus caballos pisotearon su siembra y asustado los paró,
pero aún la voz de su Maestro no escuchó, y hasta despreció.
Aturdido, un día el jinete cayó, triste y sólo en sus caballos se alejó, quedando su siembra en manos del mejor postor.
Luego, de lejos, su siembra observó, y triste sonrió, el jinete se defraudó, sus sueños pisoteó, y nunca lo olvidó, mil narcóticos probó, pero no se durmió.
Y cuando de las estrellas gozó, al punto su dolor recordó, y de las estrellas huyó, y cuando en la naturaleza se sumió, finalmente de ella también huyó, y curiosamente todo esto, al jinete fortaleció...
Un día desesperado, su siembra abandonada observó, y a su Maestro culpó y a enfrentarlo regresó.
Pero una voz amable le habló, el atento escuchó y reflexionó, sus errores reconoció y pesadamente humilde se irguió,
y la mano de su Maestro buscó, la mano que una vez mordió;
y su Maestro... lo acogió.
Hoy el jinete aún teme volver a hacer las mismas cosas de ayer, y callado prefiere atender, las palabras que su Maestro tiene para ofrecer, sus caballos aún desean correr, pero el jinete es más fuerte cada vez, y el sólo quiere obedecer, ya no huye de las estrellas, ni de la naturaleza ni del sol,
sólo quiere conocerse más, a sus caballos domar y él mismo, ser.
Finalmente entendió, que es muy importante el deber, pero es muy fácil obedecer, es más importante el crecer, pues así el Deber será dictado desde el interior de su Ser, y naturalmente vivirá en El, y para crecer, deberá sus caballos domar, y la única manera de hacerlo, montándolos es, y llevar en el corazón el bello ejemplo de los que saben hacer
BAC 1990
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